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El gángster

 

Imagen de Noe León en Pixabay

He mencionado ya en alguna entrada que, además de Jamoncio, tengo dos gatos. En concreto, un gato y una gata, dos criaturas preciosas a las que adoro. Decir que los adoro es decir que por ellos siento amor incondicional, lo cual no puede ser más cierto en el caso del gato. A la gata es imposible no quererla, es preciosa por dentro y por fuera, pizpireta, simpática, juguetona y muy tierna y cariñosa, además de refinada. Al gato, en cambio, le quiero tal como es, con la misma intensidad que al resto, pero sin engañarme. Siendo también cariñoso (conmigo) tiene un carácter de cuarentón de los que había en los años cincuenta: machista, mandón y coñazo. A la gata le da un trato de lo más inaceptable. Muchas veces la echa de donde está tumbada para ponerse él, teniendo otro montón de sitios,  o le da un par de zarpazos sólo para que quede claro quien manda. A la única figura femenina que obedece es a la que escribe estas líneas. Es curioso como, ahí sí, acepta que soy yo la que maneja el cotarro. Más de una vez lo he tenido que parar de un alarido cuando se ha puesto a perseguir a la gata para zumbarla. Una voz rotunda y recia ¡¡¡Don Vito!!! y se acaba la agresión. Consigue que me sienta como un sargento. Luego, que si los gatos no entienden y no obedecen, pues ya te digo yo que sí (y menos mal).

La cosa es que, sabiendo como sé que mi gato es un chuloputas, conmigo no lo es y lo que es más, a Mr. Right no le hace ni puñetero caso. Contradicciones del minino. Porque digo yo que si eres machista, lo eres a todos los efectos, pero no. Quizá por eso se me hace más fácil quererle, porque le conozco bien y porque conmigo tiene una relación muy especial, se deshace en mimos y sólo tengo que llamarlo para que me siga como un perrito. Se ha dado el caso de Mr. Right llamando a los dos michis, venid bonitos, venid cositas, venid gatitos, venid, venid, durante diez minutos y nada. Entonces yo, que llevo eso, diez minutos oyéndole, me acerco y digo "venid" una sola vez y los dos pin, pin, pin, pin con sus patitas esponjosas detrás de mí, dejando a Mr. Right gruñendo por lo bajini algo así como "pues que os den por culo" y no se qué sobre que esta tía es el p. flautista de Hamelín.

Con la llegada de Jamoncio a la familia, el carácter difícil de mi gato se ha manifestado en una vertiente que no conocíamos: la del gángster. Porque lo suyo no se limita a fastidiar al perro, que también. Lo suyo va más de terrorismo psicológico. Mi gato hace cosas como plantarse delante del perro cuando quiere bajar la escalera y lamerse una pata tranquilamente, lo mismito que un gángster cortándote el paso en un callejón oscuro y encendiendo un cigarrillo sin ninguna prisa para dejar claro quien manda y que no le intimidas lo más mínimo. Lo suyo va de echarse para delante cuando pasa el perro en plan "que te meto", haciéndole correr al pobre, porque ya os podéis imaginar que con este trato, le tiene pánico. Cómo será la cosa, que Right le empezó a llamar Don Vito y a los dos gatos, los Corleone. Hasta hemos pensado en comprarle unas cadenas de oro y una gorra con visera para que se la ponga al revés. Una noche, estábamos plácidamente dormidos cuando a las tres de la mañana se nos sube el perro a la cama, todo nervioso, despertándonos de golpe y yo "¿qué pasa?" y Right "no sé" y luego, al ver la silueta oscura del gato recortada en la puerta contra la luz de la luna, mirando con fijeza dentro de la habitación: "joder, si es que me da miedo hasta a mí."

Y en esas andamos...

Patinadora, jurista, escritora aficionada, lectora, amante de la artesanía, hermana, pareja, amiga y humana en manada perruna y clan felino. No necesariamente por ese orden.

Comentarios

  1. Es que los gatos tienen mucho sentido territorial. Mi hija tiene a la pareja en habitaciones separadas. Un beso

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    Respuestas
    1. Sí, los machos, porque mi gata es de lo más práctica, en plan "vive y deja vivir". Un beso.

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