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Cosas que no quiero olvidar

Mi gato tenía un tumor cerebral. Yo no lo sabía, ninguno lo sabíamos. No nos hemos dado cuenta hasta que no ha empezado a dar síntomas y para entonces, es tarde. El tumor estaba en la base del cerebro y era inoperable, se había hecho muy grande. La especialista en neurología veterinaria nos enseño la resonancia que le hizo y nos lo explicó comparándola con la de un cerebro no afectado. Debió de dolerle la cabeza, a mi niño, y ahora recuerdo cómo la sacudía de vez en cuando y el día que vino, hace poco, con una orejita gacha, síntoma de un dolor que yo interpreté como otitis. Qué poco me imaginaba lo que en realidad era.

De mi niño a veces me pregunté si no veía mal, porque me parecía que no centraba la vista, pero los gatos son tan hábiles en suplir sus carencias con sus otros sentidos que lo descarté, porque seguía saltando al suelo desde la mesa sin tropezarse con nada, y giraba la cabeza para seguir mi dedo, cuando le hice la prueba. Ahora sé que sí, estaba casi cieguito por culpa del maldito tumor. Y más cosas que no supe detectar ni hubiera podido saberlas, es imposible, al menos no sin la experiencia que tengo ahora, después de pasar por esto.

Lo que le llamó la atención a mi veterinario de cabecera es que las pupilas de mi pequeño no se contraían con la luz. Estaban siempre dilatadas y eso, ahora lo sé, es un síntoma de daño neuronal. Ahí fue cuando me remitió al especialista, sospechando de demencia por la edad, que resultó ser un tumor.

Mi gato era muy cariñoso, siempre lo fue, desde pequeñito. Desde hace tiempo, sin embargo, había cambiado el comportamiento y se pasaba el tiempo en su cuna, pasando de todo y de todos. Yo, que tengo tendencia a culparme, pensé que era por haber traído a Jamoncio, con el que siempre se mostró hostil, no lo aceptaba. Le veía paseando por la casa con un movimiento constante de rabo, incluso cuando Jamoncio no estaba presente, indicio, para los que no conozcáis el lenguaje corporal felino, de que estaba permanentemente cabreado. Creí que era por los achaques de la edad, a mi pobrecito se le notaba mucho físicamente, en contraste con su hermana, que es un año y pico mayor que él y está como una lechuga. Pero no era la edad. Ni los cambios físicos, ni los de comportamiento eran por la edad. Tampoco por Jamoncio. Todo ese tiempo que me culpé, pensando que mi gato había cambiado conmigo por culpa de traer al perro, lo que estaba ocurriendo era por culpa del maldito tumor. Y yo no lo sabía. No podía saberlo. Lo sé en retrospectiva  porque, revisando fotos, he visto una donde mi pequeño estaba tranquilamente tumbado, con sus patitas cruzadas, en el suelo, junto al sofá donde estaba yo, por un lado, y junto a la cuna donde dormía Jamoncio, por otro. Se le ve tranquilo y a gusto, así que no, el problema no fue el perro, ni tampoco los años.

Hace unos días, cuando ya intuía lo que se venía, levanté a mi pequeño en su cuna, sin sacarle de ella, y le puse sobre el sofá, tumbándome a su lado. Lloraba como una magdalena y él, cieguito y desorientado como estaba, estiró la cabecita y una patita delantera fuera de su cuna hacia mí, en un momento de lucidez, con una carita de inquietud que ya había visto otras veces, reaccionaba mucho cuando me percibía triste, y me tocó con su boquita y su naricita la mano, dándome un mordisquito suave, como hacía cuando quería demostrarme su amor. No era la primera vez que intentaba consolarme cuando me sentía triste, pero sería la última. No quiero olvidar nunca ese momento, por eso lo escribo aquí. Es un recuerdo que quiero atesorar.


Hasta que no hayas amado a un animal, un parte de tu alma permanecerá dormida.

Anatole France




Patinadora, jurista, escritora, lectora, amante de la artesanía, hermana, pareja, amiga y humana en manada perruna y clan felino. No necesariamente por ese orden.

Comentarios

  1. Mi perro antes de morir vino a buscarme varias veces. Se estaba despidiendo. Un beso

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  2. Aunque no piensen en abstracto, como nosotros, su instinto y capacidad para sentir son maravillosas. Gracias por leerme y tu comprensión, Susana.

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