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Un acto de bondad

Imagen de Fabien en Pixabay

A riesgo de repetirme, tengo una casa con vistas al campo. Y en el campo, aunque no lo parezcan, pasan cosas. Una acampada de buitres con sus crías. Una familia de corzos a primera hora de la mañana. Un tractor recorriéndolo arriba y abajo recogiendo la cosecha. Un rebaño de vacas con el sonido de los cencerros. Un grupo de milanos cruzando el cielo. De modo que no les resultará extraño que tenga unos prismáticos en casa para observar el cotarro. Rollo La ventana de Hitchcock pero en campestre.

Entre las cosas que se oyen desde mi ventana, están los tiros de los cazadores. Generalmente en paralelo a los insultos y palabrotas del grupo de Whatssap de los animalistas de la zona. Es por eso que vengo a contar esta historia. Ocurrió que un día, mirando por la ventana, veo un rebaño de ovejas. Cotilla como soy, agarré los prismáticos para observar. Me sorprendió ver la pobreza de la ropa del pastor. Llevaba los pantalones muy rotos y honestamente, se me encogió el corazón. Mientras le observaba a él y sus ovejas, apareció un coche en el horizonte. Un cuatro por cuatro que se metió por todo el sembrado. Ya digo que en ese campo pasan cosas. El caso es que se acercaron hasta donde estaba el pastor y cuando llegaron, uno de los ocupantes, porque iban varios, se bajó y abrió el maletero. Le dio lo que parecían perdices al pastor. Con la claridad de visión que me aportaban los prismáticos, pude ver perfectamente cómo las guardaba en un saco y en especial, lo agradecido que estaba el hombre por aquel regalo. Evidentemente, quienes se lo dieron eran cazadores.

¿Por qué cuento esto? Veréis, los cazadores tienen mala fama. Especialmente entre los animalistas de mi región. Los tildan de burros, de falta de empatía, de mala gente, de cualquier cosa que se os ocurra. Yo no les tengo simpatía, porque cualquier persona capaz de quitarle la vida a un animal a sangre fría me produce rechazo, no lo puedo evitar. Pero, ahora que nadie me oye, tampoco los mal llamados animalistas, al menos los que conozco de aquí, me resultan agradables. Por ejemplo, suelen escupir perlas con bastante mal talante, del tipo  "los jabalíes estaban aquí antes que nosotros" o "vete a la ciudad si te molestan", lo cual, habiéndose producido incidentes (algunas personas han estado al borde de ser atacadas por estos animales que, no lo olvidemos, son salvajes y de los que sufrimos sobrepoblación) me parece completamente fuera de lugar. También estaban antes las ratas y no por eso nos oponemos si hay una plaga y hay que controlarla. En resumen, por mucho amor que tengas a los animales, lo suyo es no perder el sentido común. Tampoco he coincido nunca con ellos en demonizar a los cazadores como lo hacen, que parece que son la reencarnación de Satanás. He dicho, y lo mantengo, que no comparto el acto de matar a un animal a sangre fría, pero hipócrita tampoco soy y como carne, esa es la verdad. Pensándolo bien, es bastante más humano matar de un tiro limpio a un animal que ha vivido libre en su medio natural toda su vida, siempre que se haga de forma legal y no furtiva, que las barbaridades que se hacen con ellos en las macrogranjas. Así que espero que los que poco menos que les ponen velas negras cuando oyen tiros en el campo sean vegetarianos, o los hipócritas serían ellos.

Sé que me estoy metiendo en un percal porque esto del animalismo es como la ecología, las ideologías políticas o la religión, algo sobre lo que es difícil opinar sin asumir el riesgo de que se te eche alguien encima, pero no se equivoquen, yo no digo que no comparta el amor por los animales, a la vista está que sí cuando se lee este blog, lo que digo es que no comparto la forma en que lo hacen determinados autodenominados animalistas, llevándolo al extremo y anteponiéndolo al bienestar y la seguridad humana.

Todo esto para concluir que si cuento esta historia, es porque después de ver la pobreza del pastor y el gesto de los cazadores, y la emoción con que el hombre recibió las perdices, me doy cuenta, una vez más, de que todos, los de un lado y los del otro, somos humanos capaces de lo mejor y que no podemos generalizar. Nos movemos, como especie, con enfrentamientos por prejuicios y eso no es bueno para nadie. Para el cazador, el animalista es un pirado extremista, para el animalista, el cazador es un desgraciado sin corazón. A la vista está que no. Como a la vista está que los animalistas se dejan la vida por salvar y proteger a muchos animales, eso también lo he visto con mis propios ojos. Así que algo de bueno tendrán. Los dos bandos. Espero haberme hecho entender, porque vaya tela con lo espesa que estoy hoy...





Patinadora, jurista, escritora, lectora, amante de la artesanía, hermana, pareja, amiga y humana en manada perruna y clan felino. No necesariamente por ese orden.

Comentarios

  1. Te entiendo. Sin cazadores habría exceso de algunas especies. A mí tampoco me gustan. Un beso

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