Ir al contenido principal

¿Excelencia o servicio nefasto?



Si hay un servicio que presenta carencias en mi todavía nuevo entorno rural, es el de Correos. Mi casa tiene un buzón bastante mono, todo pintadito de blanco y con un escudo imitación antiguo bastante chulo. No lo elegí yo, lo puso el propietario anterior y es de las pocas cosas (accesorias, porque la casa me encanta) que no he encontrado horríficas y más propias del siglo XIX que de los tiempos que corren. Y menos mal, porque la única función de mi buzón es de adorno o lo que es lo mismo: el servicio de Correos no contempla la entrega de cartas a domicilio. De paquetes o correo certificado ya ni hablamos, pero es que ni cartas ordinarias, ni notificaciones de aviso, ni nada. El cartero, por ser claros, no pasa ni de lejos por tu puerta ni la de ningún vecino. La parte positiva es que tampoco te llenan el buzón de folletos, por la sencilla razón de que el buzoneo no existe. España rural, ¿recuerdan?

Aunque resulte difícil creerlo, todavía hay cosas que se reciben por correo ordinario y no por e-mail, administración electrónica o descarga en página web. Por ejemplo, los libros de segunda mano, a los que soy muy aficionada y ahora compro online, primero a raíz de la pandemia y después también por la distancia. A falta de reparto domiciliario, el servicio de Correos ha instalado una caseta llena de buzones, uno por vecino (obvio) al lado de una oficina minúscula, donde te pasas cuando puedes y te conviene a recoger tu correspondencia. Necesariamente en coche, porque está a tomar por el saco de tu residencia. Pero claro, los paquetes no caben en el buzón, así que lo que te dejan es el aviso de recogida.

Por tanto, el procedimiento para recibir tu paquete consiste en calcular a ojo cuándo estará el aviso en tu buzón, teniendo en cuenta la fecha aproximada de entrega que te da la librería, que como remite el libro por correo ordinario sólo te puede dar eso, una fecha estimada. Sin olvidar que el plazo de recogida del paquete una vez depositado el aviso de Correos es de quince días, transcurridos los cuales proceden diligentemente a devolverlo.

A lo anterior hay que sumar que, con el fin de ahorrarte un viaje, que no está el precio del combustible para tirarlo, más te vale ir a por el aviso cuando la oficina de Correos aneja a los buzones esté abierta para recoger el paquete, lo cual ocurre en el vertiginoso horario de 11:30 a 12:30 de la mañana de lunes a viernes. Vamos, que si quieres ser capaz de recogerlo, más te vale no ser trabajador en activo en régimen presencial. 

Pero, en honor a la verdad, he de decir que se aparca muy bien.

Así las cosas, no es de extrañar que mi primer aviso se pasara de fecha. Para ser exactos, lo recogí del buzón el mismo día que vencía el plazo de recogida... cuando la oficina ya estaba cerrada. Y encima, viernes. Aun así decidí probar suerte y el lunes siguiente me presenté en horario de apertura, para encontrar que, efectivamente, lo habían devuelto. 

Y sí, podría haber puesto el grito en el cielo, porque la verdad, se supone que Correos está para dar un servicio, no para poner a prueba al usuario para ver si es capaz de hacer el pino con las orejas. Pero yo en estos casos soy más de centrarme en la solución, algo que por lo general se consigue siendo afable o educada por lo menos, independientemente de, en tu fuero interno, en cuantas muelas te estés c@g%nd#. Y así, con voz tranquila, argumentos que caen por su propio peso y preguntando al cartero qué podemos hacer para arreglarlo, va y llama al compañero que lo está llevando de vuelta para ver si puede recuperar el envío.

Me quedo muerta.

Le pido yo eso a un cartero de la ciudad y todavía se están oyendo las risotadas.

No contento con eso, se queda con mi número de móvil y a los veinte minutos me avisa que me puedo pasar a recogerlo.

¿Excelencia o servicio nefasto?

Pero espera, que ahora viene cuando la matan.

Además de los libros de segunda mano comprados online, hay otra cosa que se sigue recibiendo en papel: nada menos que los documentos notariales. Los mismos que, según me confirman cuando llamo para preguntar por ellos, me han enviado a la urbanización y número correcto de OTRA CALLE.

Total, que allá va Fortuna sudando la gota gorda, acelerando por esas curvas de la carretera, entre hermosas colinas plagadas de corzos y zorros y sobrevoladas por buitres, milanos y de noche, también mochuelos, imaginando a un vecino desconocido tirando sus valiosos documentos a la basura por no ser suyos, y preguntándose si es legal sacar un aviso de Correos de un buzón que no es el tuyo, aunque el aviso lo sea, y ya que estamos, pagando un pastizal para obtener un duplicado de la documentación perdida. 

Y al llegar a la explanada en que se aparca tan bien, el sentido común le dice "mira en tu buzón primero", porque eso es lo que hay que hacer y no meter la mano en el del vecino, no vaya a ser que se te quede atascada y ya lo tenemos todo. 

Y abro mi buzón y allí, rodeado de una luz esplendorosa y arropado con música celestial, o a mí desde luego me lo parece, está el j#dí@p&rÇ#l0 aviso de recogida.

Miro el remitente y SI, es el que estoy esperando.

No me lo puedo creer.

Como chica previsora que soy, accedo a la oficina de Correos que está abierta porque para eso he ido cuando lo estaba, anticipando el posible milagro que se ha producido.

Y le doy el aviso al cartero y me da mi documentación. Y le doy las gracias porque... sí, me dice, te lo han enviado a una dirección que no era, pero yo sabía que tu calle era esta otra.

Me había visto UNA VEZ en su vida.

Yo diría que excelencia. 

Patinadora, jurista, escritora aficionada, lectora, amante de la artesanía, hermana, pareja, amiga y humana en manada perruna y clan felino. No necesariamente por ese orden.

Comentarios