Una parte inherente y de todo punto inevitable en el hecho de vivir en el campo es el contacto con el universo animal. A mí, que soy una amante del mundo peludo, no es algo que me disguste, sino todo lo contrario. Despertar una mañana y ver corzos con tan sólo mirar a través de la ventana es un privilegio al que difícilmente voy a renunciar ya. Traducido, que de aquí no me sacan ni con agua caliente. Dicho lo cual, he de admitir que mis expectativas de encuentros con ejemplares de otras especies se han visto ampliamente superadas, hasta el punto de que Mr. Right (mi pareja) y yo ya nos preguntamos de manera habitual qué más nos queda por ver y siempre aparece algo.
Algunos animales salvajes que he visto más de cerca de lo que nunca imaginé son: corzos, buitres, milanos, mochuelos, búhos, zorros, jabalíes, perdices, conejos, patos, pájaros carpinteros, culebras (en mi propio jardín, sí) ranas, sapos, ratones, una rata y no sé si cuentan en este grupo las arañas lobo, las mantis y las escolopendras. En el grupo doméstico, gallinas, pavos, ovejas, cabras, vacas, caballos, burros, uno de ellos en el jardín de un chalet (¿¡!?) y cómo no, perros y gatos. Lo que todavía no he visto es un lobo (ese día me c@g0 viva) ni un águila. De eso no sé si hay, aunque en un pueblo que está a media hora en coche, donde iba yo a hacer Yoga, me dijeron que allí lobos sí había, así que vaya usted a saber.
Nosotros mismos, amantes como somos de los animales, tenemos un perro y dos gatos. El perro, como es normal, necesita su tres paseos diarios para hacer caca y pipí, olisquear el campo, hacer ejercicio, correr detrás de los conejos (que nunca pilla) y relacionarse con otras personas y perros para que no se nos enrancie. Salir con nuestro perro es un gusto en esas mañanas frescas, después del calor infernal del verano, con ese olor a campo mojado y esas vistas kilométricas que refrescan el alma.
Decía arriba que desde nuestra ventana se ven los corzos por las mañanas temprano y es porque la parte trasera de nuestra casa da directamente al campo, una inmensa zona agrícola no urbanizable donde abundan los corzos, además de buitres y milanos. Ocurre que recientemente, desde hace cosa de dos o tres meses, hay un rebaño de vacas que antes estaba siempre junto a la carretera a la urbanización y ahora, por algún motivo, han trasladado detrás de nuestra casa. Así que en las noches de verano te dormías arropado con el ruido de los cencerros, que es una cosa así como muy de Heidi.
Ocurre también que este rebaño de vacas no siempre está en el mismo sitio; hay veces que se desplaza por el campo hacia una zona que solemos recorrer con el perro, donde han puesto un cable verde sostenido por palos como medida disuasoria para que el ganado no pase a zona urbanizada. Lo cual, a juzgar por las ñordas pantagruélicas al otro lado del cable, no parece un sistema muy efectivo. Hecho este que hemos podido confirmar a costa de llevar las bolas por corbata.
Un día, no hace mucho, salí yo sola con el perro a primera hora de la mañana, siguiendo nuestro recorrido habitual, un tramo del cual discurre en paralelo al mencionado cable verde. Y hete aquí que, en el lado correcto del cable, pero pegado al mismo y a escasos cinco metros de mí, me encuentro un toro adulto con las dimensiones que le son propias y una cornamenta que es hay que verla en directo, no se puede transmitir con palabras. El toro es rubio y tiene unos ojos castaños preciosos, lo sé porque ha dejado de pastar y me está mirando. No es el típico toro negro, como el del anuncio de Osborne, que es el paradigma de toro bravo que te viene a la cabeza, pero mire usted, mi abuela, que era andaluza y también vivió en el campo (de algún sitio me vendrá la afición) siempre decía que si un toro está solo, mucho cuidado. Y moreno o rubio, yo a este toro no le vi en compañía de ningún colega, así que con las mismas agarré a mi perro y me volví por donde había venido.
Y sucedió otro día, hace menos todavía, que fue Mr. Right el que salió solo con el perro a primera hora de la mañana, siguiendo el recorrido habitual junto al mentado cable verde. Y hete aquí que, en el lado incorrecto del cable, confirmando que es de todo menos disuasorio, se encuentra al toro rubio de ojos castaños y cornamenta que no se puede describir con palabras, comiéndose las hojas de una encina y sin ningún colega que le acompañe. Y el toro deja de pastar y le mira. Y Mr. Right, que es mucho menos alarmista que yo y lo que es peor, no tiene abuelas que hayan vivido en el campo, se limita a alejarse un poco en dirección contraria y le dice al perro que haga caca, cosa a la que nuestro peludo accede con alegría, como siempre que se encuentra en el campo rodeado de plantas. Y a la que vuelve ve que el toro ya no se limita a mirarle, sino que se ha dado la vuelta y le observa de frente y al segundo siguiente ya avanza en su dirección, primero a paso decidido y después al trote y ahí ya Right, sin perro ni nada, sale corriendo a todo lo que le dan las patas gritando al can por el camino para que se salve como pueda.
Por suerte, la cosa quedó en un susto y conservo perro y pareja o en lugar de escribir aquí habría salido en las noticias.
No os fieis de los cables verdes.
Qué envidia! Yo tengo cuatro gatas, pero en una casa de ciudad, no se puede ni comparar.
ResponderEliminarLa verdad es que, sustos aparte, lo estamos disfrutando :)
EliminarDeberías hablarlo en el ayuntamiento para que pongan valla. un saludo
ResponderEliminarPues mira, no se me había ocurrido. Aunque por el tamaño del campo no sé si yo si van a poder, es inmenso y es un ayuntamiento con pocos recursos.
EliminarQuizá el animalico se sentía solo y quería entablar amistad.:))
ResponderEliminarJajajajajajaja
EliminarAsí que Mr. Right se ha ido a los San Fermines sin avisarte. Muy mal. Toda la diversión se la ha llevado él. Aunque mejor tener cuidado con esas aficiones. De Mr. Right a Mr. Mal rato solo hay un paso. O más bien una carrera demasiado rápida de toro.
ResponderEliminarMe sigo afirmando en esa relación de amor-temor que tengo con el campo. Paradisíaco en mis pensamientos pero seguramente complicado si lo hiciera real.
Pues ya ves jajajaja. Complicado, como todo en la vida. También la urbe tiene sus complicaciones, igual no te pilla un toro pero te roban el bolso por la calle. No hay nada perfecto.
EliminarPensaba que había vuelto a escribir este mes
ResponderEliminarQué más quisiera, estoy con una racha de esas tremendas de trabajo...
EliminarLo de la vida en el campo a mí me suena maravilloso, otra cosa es que la doy por descartada porque mi pareja y mis hijos le tienen miedo a casi todo.
ResponderEliminarTambién te digo que me cruzo con un lobo y me da uno o varios males.
Y lo de los cablecitos... poco te puedo avisar porque ya has visto su eficacia pero sirven más para evitar que entre gente que para que no salgan los animales (doy fe que en Pirineos me esmorré al engancharme con un cable que no vi).
Disfruta a tope de todo eso que tienes tan a mano. Y Mr. Right a ponerse en forma!!!
Besos.
Eso de dar por descartado... yo había dado por descartadas un montón de cosas y han pasado todas, incluida tener perro, vivir en el campo y hasta estar con Mr. Right... la vida te da una de sorpresas que ni te esperas y muchas son buenas :-))) Cuidadito con esos cables, sobre todo los accidentes. De los toros por lo menos se puede salir corriendo XD Un abrazo.
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