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El pasaje del terror

Imagen de Dorothe en Pixabay

Las nueve de la noche. Oscuridad cerrada. Right se ocupará más tarde de sacar al perro. Siempre lo hace. Hay un acuerdo tácito entre los dos por el cual él se ocupa del perro y yo de los gatos. Aunque responsables de los bichos somos los dos y lo mismo que él recoge la bola de pelo que ha echado un gato yo saco a Jamoncio cuando él no puede o hay una incidencia y no está.

Hoy Jamoncio estaba inquieto. Viene, me lametea la mano. Apoya el cabezón la cabecita en mi regazo. Se pone de patas. Se va. Vuelve. Más lamidos, más cabeza en el regazo.

Sospecho que se está jiñando.

Como Right no está  y sé lo mal que se pasa cuando te vas por la pata y te toca aguantarte, me enfundo su chaqueta de sacar al perro y le pongo la correa. Para fuera que vamos. La calle, como buena zona rural, tiene la iluminación justita: farolas bajas de hace tres décadas que no alumbran una ñorda, colocadas a intervalos aleatorios, con más distancia de la deseable entre ellas y el resultado de tramos oscuros como la boca del lobo. Suspiro. No me gusta salir sola de noche por lares desiertos y mal alumbrados. Todo sea por Jamoncio.

Bajamos la calle. Los ladridos de otros perros nos acosan por ambos lados ¡GUAGUAGUAGUAGUAGUA! ¡Jamoncio, vamos! ¡GUAGUAGUAGUAGUAGUA! ¡Conmigo! ¡GUAGUA! Aimssssss... Por lo menos en esta zona hay luz y Jamoncio me obedece. Sólo me faltaba que saliera un propietario porque mi perro se ha pegado con el suyo a través de la valla. 

Al fondo de la calle diviso un bulto. ¿Qué es eso, un perro? Entorno los ojos. Soy miope, es de noche y me he dejado las gafas. Aguzo el oído. Pues sí, es un perro. Mecagontodo. No me gusta que se arrime estando sola porque aunque Jamoncio se lleva bien con todo el mundo, hay un par de canes con los que se tiene ojeriza y oigan, no saben ustedes lo que es tirar de la correa del toro este si le da por ponerse farruco. Paso.

Cambio de acera y nos metemos por otra calle. Un poco menos de luz. Bueno. Desierta, como el resto, salvo el perro y propietario que acabo de ver. Seguimos unos cuantos metros. Hay coches aparcados en la acera a intervalos más o menos regulares. Luz en las casas. Eso me tranquiliza. Si tengo que pegar un berrido seguramente salga alguien. Esto es, si no tienen la tele muy alta. Lo que más me inquieta son los coches que se escuchan desde lejos, desde el otro lado de las dunas de asfalto de la urbanización y aparecen de súbito, como bestias mitológicas, todo luz de faros y sin poder ver lo que va dentro. Me produce todo tipo de miedos no fantasmagóricos. Como a cualquier mujer, supongo. Sobre todo porque el perro que llevo es de postureo, como esas cámaras de seguridad falsas que se ponen para disuadir a los delincuentes. Impone lo suyo pero como si fuera de corchopan. No sé cuántas veces le he visto acoger a repartidores de Amazon y demás mensajerías con sus mejores fiestas. Como para una emergencia.

Un poco más adelante diviso dos bultos. Joderqueseso ¿Otro perro? Otro perro. Paro en seco y tiro de Jamoncio en dirección contraria. Se resiste, Jamoncio. Le falta disciplina al perro. No se me ocurre por qué. Igual que Right llame "mi pequeño bebé" a esta bestia parda de treinta kilos con orejas de Rottweiler tiene algo que ver. Me pongo firme. ¡JAMONCIO! ¡CONMIGO! El perro cede y me acompaña. Me doy la vuelta. El otro perro y propietario nos están siguiendo. Me dan ganas de gritar "Pero señora, ¿estamos tontos?? ¿NO VE QUE INTENTO ALEJARNOS???" pero me aguanto, claro. Entre otras cosas, porque lo mismo la conozco y tampoco estoy segura de que sea una señora.

Agobiada como una mona, emprendo el trote en busca de una tercera calle. Que sí, ya sé que es la hora del paseo y que da seguridad ver a otra gente, aunque sea poca, sacando a su propio bicho, pero insisto, prefiero encontrarme a Drácula que a uno de los dos únicos perros con los que Jamoncio se lleva mal. Eso se lo dejo a Right, que para eso es el macho alfa. Sigo trotando y llego a una bifurcación. En ese momento recuerdo por qué he llegado allí en primer lugar. Miro a Jamoncio:

"Pero ¿tú no te estabas cagando?"

El perro me mira con su mejor cara de "no sé de qué me estás hablando". 

O sea...

Pues bueno, vale. Ya que he salido en plena noche, con poca luz, esquivando todo tipo de perros, los que están en sus casas y los que no, trotado calle arriba y estamos en la bifurcación que a) nos puede llevar a casa o b) nos conduce hasta esa zona con campo, oscura como el tercer ojo, donde Jamoncio se suele motivar para hacer caca, le voy a echar redaños y vamos a la pradera. Porque total, que yo sepa, esta es una zona tranquila y la oscuridad no se ha comido nunca a nadie. O eso creo.

Hay más de una razón por la que no veo películas de terror. La primera, porque no me gustan, me repelen las cosas malas y oscuras y lo paso francamente mal. La segunda es que cuando salgo sola de noche con el perro y escucho un ruido, no me cago pensando que es una horda de muertos vivientes. Me cago pensando que lo mismo es un jabalí, un toro o un perro que se le ha escapado al dueño y está sin control. Eso es precisamente lo que me pasa cuando llegamos al sitio sin luz. Un campo abierto donde lo mismo sale un corzo que un vaca que un cochino salvaje. O como le pasó a Right el otro día, dos perrazos sueltos que se habían escapado de su casa y no estaban por la labor de hacer amigos precisamente. Menos mal que, aunque nubosa, hay luna. Inspecciono mis alrededores por si intuyo algún bulto sospechoso. Lo de ver lo dejamos para otro día. También valoro detrás de qué puedo meterme si aparece un jabalí. No, si al final, me va a dar un chungo del estrés.

A Jamoncio estas cosas le dan igual. Él a mordisquear hierba, oler piedras, escarbar el suelo, hacer un pis en un árbol y yo: Jamoncio, haz caca. TE LO PIDO POR FAVOR. Pero a Jamoncio lo que le motiva es estar suelto. No le puedo culpar. A mí tampoco me apetecería hacer caca con la hembra alfa de mi manada a medio metro y una correa. No son formas. Pero no quiero soltarlo porque  "el pequeño bebé" lo mismo toma las de Villadiego y no estoy segura de que si lo llamo vuelva. 

Mientras tanto, se levanta el aire, una cosa así como de tormenta. Las hojas de los árboles se agitan FSSSSSSSSSS, es como si los elementos cobraran vida. El aire se vuelve más fuerte y ¡BOM! la chapa metálica que un vecino ha puesto en su valla algo más arriba pega un golpetazo como si hubiera estallado una bomba. Los árboles cada vez hacen más FSSSSSS FSSSS FSSSS y a mí, que no veo películas de terror, de repente me parece de lo más factible que se presente la monja de Expediente Warren. Aparece un coche en lontananza, con sus faros y pasajeros anónimos. Más temores no fantasmagóricos. Y a todo esto el perro SIGUE SIN HACER CACA.

BUENOBASTA.

Jamoncio, si no vas a hacer caca, nos vamos para casa. 

Apretamos el paso porque, como es ya evidente, la que se está cagando soy yo. Y a medida que las zancadas se suceden, llegamos donde hay luz, pero también otro perro con su dueño (¿es coña???) y esta vez sí creo reconocer al galgo que tiene atravesado Jamoncio, así que entramos de nuevo en paso de trote y al pasar frente al jardín de una casa sin luces de repente se enciende la linterna de un móvil (¡AH!) Es un vecino que vete a saber que está haciendo y quiere ver quién pasa, seguimos trotando y volvemos a la calle de los guaguas, ¡GUAGUAGUAGUAGUAGUA! ¡Jamoncio, vamos! ¡GUAGUAGUAGUAGUAGUA! ¡Conmigo, Jamoncio! ¡BOM! (perro empotrao por dentro en la puerta del jardín de su casa) ¡GUAGUAGUAGUAGUAGUA! ¡Jo-der!

Por fin diviso mi propia casa, iluminada por las luces de la entrada, y me parece un refugio en medio de unas nubes celestiales. Y según acorto distancia y se me va tranquilizando el corazón, se me ocurre que la única experiencia que he tenido como esta fue en La Casa del Terror del p. Parque de Atracciones.

Al llegar, suelto a Jamoncio y lo dejo en el jardín.

"Haz lo que te de la gana y que lo recoja tu padre..."

Patinadora, jurista, escritora aficionada, lectora, amante de la artesanía, hermana, pareja, amiga y humana en manada perruna y clan felino. No necesariamente por ese orden.

Comentarios

  1. Te comprendo. A mí tampoco me gusta salir sola de noche. Un beso

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  2. Vivir en lugares tranquilos, un tanto aislados, propician una gran autosugestión. Mejor que sigas sin ver películas de miedo.:))

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  3. Hola, Amaranta!!

    No ves películas de miedo pero te has leído hasta la lista de la compra de Stephen King, que también da para llenar muchos agujeros de oscuridad de cosas terribles. Lo de pasear al perro es una odisea porque según con quien te encuentres, la experiencia puede llegar a ser desagradable.
    Me alegra que esta vez sólo haya servido para ponerte un poco más en forma.

    Besos.

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    Respuestas
    1. Me tienes calada, es verdad XDDDD Ni me acordaba que no sólo de películas vive el fantasma jajaja.

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