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Nutrifascismo y las ganas de llamar la atención

Imagen de Chaiyan Anuwatmongkolchai en Pixabay

Hoy estoy un poco más cerca de objetivo 55. Hito 58, para ser exactos. Lo cual es bastante mejor que los orondos 60. Un pasito intermedio. Al respecto debo decir que, según lo que ya dije en mi última entrada sobre el tema, no he contado calorías. Ni tampoco he hecho deporte, más allá de mi adorado patinaje.  Y aun así, he bajado un poco. Bienvenido sea.

Eso sí, por si alguien pensaba que me había olvidado de Objetivo 55, pues no. Siempre ha estado ahí, en la recámara. Lo que ocurre es que se ha pasado un tiempo en hibernación por el cabreo supino que me he pillado al intentar informarme sobre cuestiones alimenticias. Digo intentar porque informarse sobre estos temas es imposible ¿El motivo? Que por cada experto que afirma una cosa hay otro experto que dice exactamente la contraria. 

Pongo como ejemplo el sirope de agave. Creo que es de dominio público que los azúcares de absorción rápida, also known as azúcar de toda la vida, al igual que otros como panela, miel, etc., tienen todos el mismo efecto sobre la glucemia y da lo mismo del color que los ingieras, la recomendación es reducirlos al máximo y si no tomas ninguno, mejor. Y aquí viene donde la matan, porque si no tomas azúcar, a mí personalmente me gustaría tomar algo que de alguna forma saludable me endulzara la vida, porque si no, esto va a ser un puñetero infierno gastronómico y mire, sano o no sano, a mí me gusta disfrutar con la comida. 

Ahí es donde entra el sirope de agave que es la alternativa, de todas las que he probado, que me sabe mejor, con la ventaja de que el índice glucémico es bajo y no produce picos de glucemia. Todo estupendo. Hasta que llega otro "experto" con el puñetero titular: "El sirope de agave no es tan sano como piensas" (ñ-ñ-ñ-ñ-ñ-ñ-ñ) Y a continuación, el maravilloso artículo explicando que muchos siropes de agave siguen un proceso de fabricación que liberan no sé qué cñ de azúcares de una forma que sí eleva la glucemia y claro, como no están obligados a ponerlo en la etiqueta por normativa, pues no te enteras y te jodes.

Mecagontodo.

O sea, que por sistema, cuando ya has hecho el esfuerzo de adaptarte a una alternativa saludable, siempre sale algún "experto" dispuesto a echarte un jarro de agua fría. No es el único ejemplo. Sobre alimentos supuestamente protectores de las articulaciones, he leído que la soja es maravillosa; que la soja es peligrosísima; que los lácteos, ni probarlos; que los lácteos, imprescindibles; que tomates y solanáceas (berenjenas y compañía) son dañinas salvo que estén bien maduras bla-bla-bla y así suma y sigue. Hasta llegar a la madre de todos los colmos, que es la afirmación basada en diversos estudios de que NO EXISTE EVIDENCIA DE QUE LA ALIMENTACIÓN TENGA IMPACTO EN LAS ARTICULACIONES.

OINSSSSFFFFFFFFARRRRGHHSSS

Permitidme un momento, ya me calmo (innnnnffffssss....)

Total que, volviendo al tema, no hay manera humana de saber con seguridad cuál es la verdad sobre lo que comes. Y luego están los nutrifascistas. Hay un nutricionista muy conocido y popular que he descubierto hace poco y cuyo nombre no voy a decir porque no es la línea editorial de este blog. Está en los medios y sienta cátedra. Al principio lo escuché con entusiasmo, pero en seguida noté que la cosa se iba subiendo de madre. O yendo de tono. Whatever. El caso es que empecé a notar que, si te ajustabas a lo que este señor decía, acababas por no comer nada. Bueno sí, bocadillos de lechuga entre rodajas de remolacha en lugar de pan. Perdón, remolacha no, que tiene muchos sacáridos. Rodajas de calabacín crudo cortado grueso mejor. La gota que colmó el vaso, nunca mejor dicho, fue cuando dijo que como alternativa a los refrescos tampoco se podía tomar agua con gas, porque resulta que tiene mucha sal. Ahí fue cuando me quité los cascos y por poco tiro el móvil a  la basura. 

Así que sí, Objetivo 55 se quedó hibernando mientras digería que por cada experto auténtico hay un pUt% cantamañanas con ganas de llamar la atención, lo cual no se consigue dándole la razón al primero. Y que con tanta proliferación de opiniones, es imposible enterarse de nada. Pero aquí volvemos, con 58 kilos y dispuesta a seguir bajando. Basándome en mi sentido común porque lo que es de otros, lo llevo claro.

Patinadora, jurista, escritora aficionada, lectora, amante de la artesanía, hermana, pareja, amiga y humana en manada perruna y clan felino. No necesariamente por ese orden.

Comentarios

  1. Puff. Yo dejé la coca cola cero porque dicen que el edulcorante es malísimo. Un beso

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  2. Pues hablas de algo que se comenta poco pero es muy interesante. A mí me ha pasado con absolutamente todo. Hay opiniones enfrentadas con cualquier grupo de alimentos. Bueno, los dulces suelen tener cierto consenso. Y los alimentos procesados. Hasta que no haya ninguna enmienda esos malos, malos, malísimos.
    Tenemos demasiada información internauta pero pocos hablamos con verdaderos expertos de la salud que trabajan día a día con nosotros y hasta personalizan dietas.
    Yo no tengo de momento que bajar(creo) pero estoy preocupado por la salud y porque cada bocado de comida que entra en mi boca es como el gato de Schrodinger, dos cosas a la vez. Salud y mortandad alimenticia. Creo que voy a consultar a los que defienden lo que me gusta y al menos moriré feliz creyendo que voy por buen camino.

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  3. Cierto, hay consenso con dulces y ultraprocesados. Yo también me preocupo por la salud pero igualmente pienso que cada vez vivimos más años y sin embargo nos volvemos más neuróticos con lo que nos llevamos a la boca. No sé, creo que al final lo que aplica es vivir con normalidad y ya está.

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