Pocas cosas me producen más felicidad en los últimos tiempos que disponer de tiempo para mí, lejos de la dinámica abusiva y la productividad tóxica que parece ser la tónica actual en cualquier medio que uno elija para ganarse la vida. Hoy es sábado y me dedico precisamente a eso, disfrutar de mi tiempo libre, dedicando una parte a la reflexión y escritura, la primera porque forma parte inseparable de mi forma de ser y la segunda, por disfrute puro y duro.
Hoy quiero dedicar esta entrada a los miembros de mi pequeña comunidad personal, mi círculo íntimo, mi microverso, que son verdes y no hablan. Esos seres vivos que, a diferencia de los mamíferos que habitan mi casa, son una gran incógnita en cuanto a los cuidados que les debo dedicar. Me hace feliz decir que los últimos que han llegado están prosperando, lo cual me anima a acoger algunos más.
Empecemos por el principio. Habrá quien recuerde a Olivia, el bebé de olivo que nos llegó de improviso, como traído por la cigüeña. Con Olivia lo pasé mal. El lugar que elegimos en el salón no pareció gustarle y encima creo que me equivoqué con el riego. Por miedo a estropearle las raíces, los olivos llevan mal el exceso de agua, y debido a mi ignorancia absoluta del concepto "regar poco" creo que la regué bastante menos de lo que necesitaba. Las hojas se caían cada vez más, al ritmo de mi frustración creciente. Al final le dije a Right "mira, dejo a Olivia en tus manos, está claro que tengo dos pies izquierdos con muñón para cuidar plantas, y por el amor bendito, DILE A NUESTROS AMIGOS QUE A NADIE SE LE OCURRA REGALARME UNA PLANTA EN LA VIDA".
Total, que Right, que me conoce bien y sabe lo que sufro por cualquier ser vivo, aunque sea verde, que lo esté pasando regular (rasgo que comparte, aunque lo gestiona mejor que yo) cogió a Olivia y con esa intuición suya, que la tiene y mucha, la bajó al garaje en pleno invierno y allí la dejó, coronando una pila de trastos frente a una ventana, cerca de la lavadora. Pasaron los días y noches, yo pasaba de vez en cuando de camino a la lavadora y cuando lo hacía, metía el dedo en la tierra y si la veía muy seca, la regaba pero bien, sin tantos miramientos como antes. Y de pronto, un día, empieza a echar hojas. No las hojas diminutas que traía cuando llegó, sino hojas más grandes, como de árbol con aspiraciones, hojas que se erguían tiesas, de tamaño desproporcionado para sus pequeñas ramitas, como un adolescente que está pegando el estirón. "¡Olivia se está recuperando! ¡Se está recuperando!" "Sí", dice Right, "se ve que no le gustaba el salón".
Así las cosas, decidimos trasplantarla al jardín, a un hueco que tenemos preparado precisamente para plantar un árbol, cruzando los dedos para que agarrara. Y agarró. Contra viento y marea, lluvias torrenciales, que le han caído un par, días y noches, agarró. Ahí sigue, diminuta, en un espacio demasiado grande para ella, como sus hojas que le vienen grandes pero siguen tiesas, apuntando al cielo, en un espacio que le va a permitir crecer todo lo que quiera. Eso sí, a su ritmo. No sabía yo que los olivos crecían tan lento.
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Olivia justo antes de trasplantarla |
Lo de Limoncio fue decisión propia y es que me encantan los cítricos, como a Right (qué raro que coincidamos) y me hacía mucha, pero que mucha ilusión, tener un limonero en casa. Sobre todo después de la triste pérdida del manzano, que en paz descanse. Así que un día, estando en el Leroy Merlín, le digo a Right "¿nos acercamos donde las plantas a ver si tienen limoneros?" Y bingo, había. Limonero cuatro estaciones, que lo llaman. Admito que dudé, este árbol, ¿prosperará en un ambiente como el nuestro, aquí en la campiña de Guadalajara, conocida por su fríos inviernos? Mmmm, si lo venden en la zona, igual es que sí (ya, ya lo sé...) Nos arriesgamos. T'ol el camino iba pensando que a ver si ahora hemos metido la pata y se nos muere al primer invierno y me llevo un disgusto del copón. Y encima, le pongo nombre. Que ya me avisó Right que igual es mejor no hacerlo, que luego si pasa algo lo paso peor. Whatever. Si no hacemos las cosas por miedo, ¿qué salsa nos queda en esta vida? ¿reventar a trabajar para después morirnos? Va a ser que no.
Huelga decir que al llegar a casa me hice un máster limonero en Internet. Específicamente, entré en foros de jardinería buscando el comentario de alguien que tuviera un limonero por mi zona o en alguna de clima similar. Lo encontré, claro, en Internet hay de todo, y anoté lo que había que hacer para que el árbol prosperara. Meterlo bajo un porche o similar, que eso lo abriga del frío, evitar que le de el viento pegándolo a la pared y cuando se auguren heladas, envolverlo en tela o similar para protegerlo. Bueno, como ha llegado en primavera y estamos en pleno verano, os puedo decir que Limoncio está que se sale. Le ha pasado como a mi perro, que llegó delgadito y ahora está que echa brotes por todos lados (el árbol, no el perro) Hasta ha sacado flores y dos de ellas están engordando en lo que parece que se va a convertir en limón (ay, Dios mío, qué ilusión más grande)
Eso sí, también ha habido algún que otro incidente, y es que a poco de llegar me fijo en que se está llenando de hormigas, de esas grandotas, y claro, vuelta a Internet. Que las hormigas al árbol no le hacen daño, pero crían pulgones, los cuidan cual rebaño de ovejas, madre mía lo que se aprende, por lo visto se alimentan de algo que producen o no sé, y los pulgones, esos sí crujen al árbol. ¿PERDONAAAAAA? No con mi Limoncio.
Así que hoy nos toca sacudir el árbol hasta que no quede una hormiga, rodear la base del tronco con una tela pegajosa que hemos comprado (es la única forma, nos dicen, de impedir que suban) y fumigar los jodíos pulgones (que no sé si quedará alguno, porque me la he pasado inspeccionando el árbol a diario y quitaba los nidos con un palito, era cosa de ver cómo trataban de defenderlos las hormigas, qué curioso)
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Limoncio echando brotes en su rincón |
Respecto a P.O.T.U.S. que, por si alguien no lo sabe, son las siglas de President Of The United States, como os podéis imaginar, es un poto, y bastante más inteligente que el que ocupa el cargo ahora. A Potus me lo encontré haciendo cola en la caja del Aldi, manía de los supermercados de vender plantas en condiciones lamentables. Estaba ahí solo, era el último que quedaba, y pensé "esta pobre planta va a acabar muriendo en algún rincón de un almacén y a nadie le va a importar". Sí, ya lo sé, me lo tengo que hacer mirar. Pero con las mismas, lo trinqué y me lo llevé a casa sin tener ni idea de dónde iba a ponerlo e infringiendo con alevosía mi propia norma de no tener plantas dentro de casa, porque se las come la gata y porque se mueren todas. Al final, fue en el salón y, a diferencia de Olivia, el sitio le ha encantado, está echando unas hojas enormes y creciendo tanto que lo voy a tener que bajar de la mesa y trasplantarlo para pasarlo a otro rincón. La gata, por cierto, no lo toca. Menos mal que ha salido bien. Quizá mi condición de inútil respecto al reino vegetal esté cambiando. Ojalá.
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Potus amenazando con devorar la casa |
El poto es tóxico para la gata. Un beso
ResponderEliminarLo sé, es lo primero que miré al llegar a casa. Lo tengo controlado :-)
EliminarYa te dije que ibas a poder con Olivia. Me alegra haber acertado :)
ResponderEliminarEn València es muy típico tener un limonero en el patio interior de las casas, bueno en las casas que hay patio interior o corral como decimos por aquí.
Ese zoo no para de crecer, ahora con plantitas.
Besazo!
Si yo te contara... Tengo una entrada pendiente sobre los plantokupas de mi jardín, es de ver y no creer. Con el limonero estoy encantada, vamos a ver en invierno... Besos
EliminarYa te había dicho que el olivo es un árbol que lo desafia todo.. Su aspecto es muy saludable. Y así puede seguir 1000 o 2000 años más..................
ResponderEliminarTantoooooo? Pues no estaré aquí para verlo, una pena ;-)
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