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Voy a acabar de contar el épico día de fin de curso en la escuela de patinaje porque como tarde mucho más se va a juntar con el primer día, espero que no tan épico, del siguiente. Si recordáis, quedé sana y salva al final de una larga cuesta de resbaladiza acera, aún no sé muy bien cómo, pensando que por ese día ya había más que cumplido.
Por suerte, en el resto del camino ya no encontramos cuestas tan complicadas y durante el trayecto Lucas se había dedicado a arrastrar manualmente por el suelo mi freno de taco para desgastarlo, así que para cuando llegamos a media ruta, en un parque con una fuente a la que nos abalanzamos todos, ya estaba listo para volver a montarlo en el patín sin que lo impidiera rodar. Parece mentira el alivio que te puede dar una cosa tan tonta como poner un taco de goma en el talón de un patín. Es de esas cosas que cuando tienes estrés o una mala tarde no se te ocurre pensar. Lo curioso es que ahí fue cuando me pegué la torta de la ruta, en el parque, casi parada y con el freno de taco puesto, aunque en mi descargo tengo que decir que fue por otra patinadora, que se me cruzó por delante dando traspiés por la sencilla razón de que el suelo era de arena y ahí, pues te tropiezas y no ruedas. O eso creía yo.
Ya más recuperados, el grupo del calor y yo además del susto en el cuerpo, reemprendemos la marcha detrás de Lucas. Pega el sol que te mueres y vamos algo cansados, pero todo bien. Disfrutando como un niño con un lápiz de arrastrar en todas las cuestas el freno de taco. Hasta que va Lucas y se desvía hacia lo que parece un descampado.
Ostras, no es que lo parezca. ES un descampado.
"Venga, por aquí" - dice - "Peso en los talones y os vais dejando caer."
Miro el suelo de arena compacta, con su arenilla, sus hierbajos, su superficie irregular y sus pedruscos de diversos tamaños empotrados aquí y allá o directamente sueltos en la superficie.
Es coña, ¿no? Ah, claro, es coña.
No es coña. Lucas pasa el primero y los demás detrás, apretando los puños, los dientes o el culo, cada cual según le da.
PASO.
Me desplazo caminando de lado (sí, se puede caminar en patines, lo cual es muy útil en circunstancias como esta) hacia el parking de asfalto que linda con el descampado, pero a Lucas no se le escapa una.
"¡Eh!" - nos grita a mí y otro compañero que ha tenido la misma idea - "¡De irse al parking nada! ¡Venga!"
Agito la mano con un gesto negativo indicando que de irse al parking todo, que por ese día ya he tenido bastante y entonces va Lucas y pronuncia la frase mágica, esa que si me la sueltan me obliga a recoger siempre el guante.
"¡Si los demás pueden hacerlo vosotros también!"
Cagüenlaleche. Me acaba de meter el dedo en toda la llaga. Miro hacia delante y veo una ristra de patinadores deslizándose, aunque parezca increíble, por todo el descampado, que está ligeramente en cuesta. Algunos incluso han llegado ya al otro lado.
Obviamente, los demás pueden hacerlo. PUES ENTONCES YO TAMBIÉN.
Ha dicho quitar peso de las puntas y ponerlo en los talones. Venga. Suspiro, pongo los patines en posición de tijera (la postura mágica para superar cualquier irregularidad del terreno sin caerte) y basculo el peso. Y oye, los patines ruedan. Increíble, pero ruedan, lo único que tengo que hacer es mantener la tijera y el peso en los talones y dirigirlos para esquivar hierbajos, piedras y demás mandanga. En tierra, con arenilla y ruedan, tú. Increíble.
Al final de la ruta nos pregunta Lucas qué tal ha ido y por supuesto hay comentarios sobre el descampado. Lucas nos dice que tenemos que saber que se puede rodar en todo tipo de terrenos y aunque me parece interesante, en ese momento aún no me doy cuenta de lo mucho que la experiencia me va a servir para otras ocasiones (materia para otro post). Ya que pregunta, aprovecho para decirle que esta es la segunda experiencia más difícil y en la que peor lo he pasado de las que he tenido en la escuela y que la primera también fue con él. Pone cara de interrogación y le cuento.
"Estaba en básico, era la primera vez que salía de pista y nos sacaste por el parque para una clase de cuestas. No sé ni cómo la terminé."
Lucas pone una sonrisa pícara.
"Sí, me lo han dicho ya varias veces. La verdad es que no lo recomiendo."
Por ahí tengo el vídeo colgado en Instagram.
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