Es lo que sucedió hace poco, en plenas diez de la mañana, paseando Right y yo a Jamoncio por una amplia zona verde en medio de una todavía más grande área urbana. Es uno de los privilegios de esta urbanización, que basta apartarse de la carretera unos pasos para meterse en un bosque, que luego desemboca en otra calle y así. Este bosque concreto por el que íbamos limita con casas, y caminando al lado de ese linde con viviendas particulares es como íbamos, cuando de repente...
¡ORNK!
Miro a Right.
—¿Qué ha sido eso?
—Ni idea, no sé...
¡ORNK!
Miramos a nuestra derecha, de donde viene el ruido.
Un jabalí como un castillo nos mira fijamente a la cara desde el otro lado de la valla de un chalet.
¡Ot-tias!
El bicho se ha metido en el jardín de la casa.
—Madre mía - digo - ¿qué hago, aviso a los guardas?
—No hay nadie - dice él, fijándose en que la casa tiene pinta de estar cerrada hace tiempo.
—Ya, pero ¿y si el bicho ha entrado pero no puede salir? ¿Y si de repente se presenta el dueño y se lo encuentra dentro? ¿Y si viene con niños o algo? Mira, yo voy a llamar.
Ocupada como estoy buscando el número en mi móvil, me pierdo a Right casi cayéndose de culo cuando ve salir de la parcela, no al bicho que nos acaba de mirar, sino al bicho, su mujer, sus padres, los abuelos, los hermanos, sus cuñados y los quince rayones que deben juntar entre los hijos de unos y otros.
A las diez de la mañana, insisto.
Me da a mí que si el dueño de la casa alguna vez ha pensado en okupas, no era esto lo que tenía en mente.
Otro día, esta vez de noche, en plena calle y sobre las nueve de la noche, paseamos con Jamoncio en paralelo no a un bosque, sino a un parque público de esos con bancos y demás vainas, cuando de repente un arbusto que hace de linde se agita como si alguien lo sacudiera.
—¿Has oído? - le digo a Right, mientras el irresponsable de mi perro mete el hocico a ver qué hay.
¡ORNK!
Había que vernos pegar un brinco cual dos teleñecos, tirar de la correa del perro con tol alma y salir por patas a todo lo que nos daban las piernas, cuesta arriba y a nuestra edad, jaleados, ya que estamos, por el burro de la casa de un vecino que hasta el día de hoy no entiendo por qué lo tiene en un chalet.
Cagonmismuelas.
Cuando no es un jabalí, es un toro.
Bienvenidos al mundo rural.
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A mí el jabalí no me preocupa tanto. Será que no lo he visto de cerca. Un b3so
ResponderEliminarEn la urbanización hay gente que incluso se atreve a darles de comer con la mano, cosa que siempre dicen que no debes hacer con animales salvajes. Por lo general huyen de la presencia humana, pero es un animal que puede matar fácilmente a base de colmillazos y mordiscos si decide atacar. En mi opinión, hay que ser muy prudentes, en especial si están comiendo o van con rayones. Un beso.
ResponderEliminarUn jabalí ya me da respeto, un clan me da súpervelocidad para dejar a Ussain Bolt a la altura de un octogenario con andador. De verdad que vais a tener que sacar a los perros con escolta.
ResponderEliminarUn beso.
A mí también me dan respeto, por mucho que me gusten los animales. En especial, si van con rayones. No deja de ser un animal salvaje y esos colmillos te pueden rasgar como el papel. Mejor ser prudentes.
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