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Pichona





Si alguien ha llegado hasta aquí buscando material erótico-festivo, ha pinchado en hueso. Pichona es el nombre de un bebé de tórtola que apareció hace unas semanas en nuestro porche, con pinta de estar bastante perjudicada. Le pusimos semillas de quinoa y un poquito de agua, esperando que comiera algo y se animara, pero al cabo de un par de horas ni lo había tocado. Así que la cogimos con mucho cuidado, la pusimos en una caja de cartón, previamente acomodada con un trozo de un manta vieja de Jamoncio, y como Right no podía ir por trabajo, me ocupé de llevarla a un pueblo de aquí al lado.

Según Mr. Google, en el pueblo hay dos clínicas para animales, así que, dada la especie del paciente, me tomé diez minutos en investigar un poco, porque no todos los veterinarios saben tratar de todo. Al ver en las reseñas un comentario de alguien que había llevado a su gallina y estaba encantado de lo bien que la habían curado, supe que había dado con el sitio. No me equivoqué. La clínica nada tenía que ver con las que llevo a Jamoncio o los Corleone. Junto a la sala de espera, reducida a la mínima expresión, se amontonan grandes sacos de piensos para animales, no en plan tienda, sino almacén. Tampoco se venden los artículos habituales, collares para perro, juguetes, cajas de arena para gatos o chucherías. Se nota que allí se va al grano. 

Me toca esperar un ratito, llamé antes de ir y me hicieron hueco, y cuando por fin me llaman me encuentro a dos señoras muy decididas y expeditivas, impresionaba ver la soltura con que tratan a un pájaro tan frágil, sobre todo teniendo en cuenta que yo es la primera vez que cojo uno, porque me da miedo romperlos. Ese día lo he hecho por necesidad, no puedo consentir que un animalito se muera en mi porche sin hacer nada. Pero ellas lo cogen con una naturalidad pasmosa, extienden un ala, luego la otra, no están rotas, me dicen. Lo que sí tiene es una herida en la espalda. Le meten por el pico una dosis de antiinflamatorio, le plantan una especie de campana en la cabeza para dormirla y le hacen una radiografía.

Les pregunto qué ha podido pasar, porque tengo dos teorías. Una es que se haya dado un golpe contra la ventana al volar. La otra es que el culpable haya sido el gángster, porque cuando la encontró Right estaba sentado al lado con cara de "yo no he sido". Me dicen que la segunda. Todavía no vuela y tiene toda la pinta de que esa herida en la espalda es por la zarpa de un gato. Tomo nota mental para tener una conversación con Don Vito.

Me enseñan la radiografía y me explican que la tórtola tiene una pata dislocada. "¿Le va a impedir volar?", pregunto. Creen que no. Pero todavía le falta por lo menos un mes para alzar el vuelo y entretanto hay que cuidarla, tenerla en algún sitio recogido y asegurarse de que le da la luz directa durante el día, porque necesita vitamina D para acabar de crecer y curar la pata. Me preguntan si me la voy a quedar, les digo que no, lo que quiero es ayudarla y que vuelva a su entorno natural (¿mi jardín?) Me ofrecen la alternativa de sacrificarla. Ah, no, ni de coña. La puedo cuidar un mes y luego que vuele, esa es la idea. No pasa nada por intentarlo.

Le hacen la ficha y me pregunto cómo quiero llamarla. "¿Queeeeee? No, no, sólo me faltaba ponerle nombre y encariñarme con ella, yo lo único que quiero es ayudarla." La veterinaria, en su línea expeditiva dice, vale, pues Pichona. "Ah, entonces es hembra" digo y se encoge de hombros. "Me lo acabo de inventar", dice.

A Pichona hay que ponerle todos los días pomada antibiótica en la herida y darle antiinflamatorio con una jeringuilla para la pata dislocada. La verdad, no tengo ni idea de cómo voy a ser capaz de hacer eso, hay que abrirle el pico y es tan pequeña que me da miedo romperla, pero es lo que toca. De verdad que a veces te encuentras en cada situación... Las veterinarias me cobran únicamente la radiografía, el resto no. "Os lo agradezco", digo, "Y nosotras te lo agradecemos a ti" me dice una de ellas. Claramente no se dedican a esto para ganar pasta.

Me llevo a Pichona y le cuento el panorama a Right. La instalamos en un chiscón que tenemos en el jardín, le ponemos semillitas, agua y la dejamos en su cajita de cartón. Pasa un día y Pichona no ha comido nada. Llamo a las veterinarias, oye, pregunta tonta, ¿Pichona come sola o...? Si no está comiendo, me dicen, la tienes que alimentar tú. ¿Cómoooooooooooo?

Ot-tia. O sea. Joer. Oño. Buf. Buenovenga. A ver cómo cohone solucionamos esto. Llamo a una tienda de animales de un pueblo que ya no está tan al lado,  porque en el de aquí cerca no hay sitios que vendan comida para bebé de pájaro y en la clínica tampoco tienen. Esto pasó a finales de agosto, así que aunque responden al teléfono (negocio familiar) me dicen que está cerrado. Me monto en el coche y cuarenta kilómetros más tarde llego a un Tienda Animal, donde les cuento lo que pasa y les pido que por favor me asesoren. Me dan pasta para pichón y un juego de dos jeringas con una goma. Cuando paso por caja me viene Dios a ver. La chica que me cobra dice "veo que estás criando un pájaro", "sí, le digo, un pichón y no tengo ni idea de cómo hacerlo". Serendipias de la vida, resulta que la chica es experta en criar pichones y como por suerte no hay nadie esperando, se tira un buen rato dándome todo lujo de detalles sobre lo que tengo que hacer: meter el tubo sin miedo por la garganta, con cuidado de que sea por el esófago y no la tráquea (Dios mío), cómo tengo que cogerla, abrirle el pico y otro montón de detalles, como que se les tiene que inflar el buche, el número de veces que comen al día, etc. Eso y varios vídeos de Youtube son todo el bagaje que tengo para una cosa que no he hecho en mi vida.

Llego a casa con t'ol equipamiento y le pido ayuda a Right, Pichona no ha comido desde hace bastante y coincidimos en que hay que alimentarla cuanto antes. Ya hemos decidido llevarla al CRAS, tanto las veterinarias como la chica de Tienda Animal me han hablado de este centro de recuperación donde admiten pichones y son expertos en sacar estos animalillos adelante. Pero es viernes tarde y hasta el lunes no podemos llevarla. Preparo la papilla de pichones según las instrucciones, le añado el antiinflamatorio, la meto en una jeringa,  nos plantamos guantes de latex y a ello vamos.

Right envuelve a Pichona en un trapito para evitar que aletee, mientras le intenta abrir el pico. Sudo la gota gorda para meterle la goma, pero si no lo hago la espicha fijo, así que mucha alternativa no hay. Cuando por fin lo conseguimos y le pasa la papilla, el subidón es fantástico. Ahí te das cuenta de que cuando alimentas un animal, lo de no cogerle cariño es imposible. Me da una punzada de tristeza tener que llevarla al CRAS, pero sé que es lo mejor para ella, porque aunque hemos conseguido darle de comer, requiere una atención constante que no podemos darle entre semana.

No me voy a extender mucho más, pero sí diré que Pichona volaba más de lo que esperábamos. A la siguiente toma, se había pirado. Apareció más tarde, y le volvimos a dar de comer. Para la siguiente, salió volando y se piró, con lo que dimos por concluidos nuestros esfuerzos. Pero volvió una semana más tarde, y otra vez no se movía. La recogimos de nuevo, más dosis de comida y al final logramos llevarla al CRAS. Allí me dijeron que era una tórtola turca. Mi mayor preocupación cuando llegué es si le iban a dar de comer ese día, porque después de una semana por ahí solita sospechaba que le faltarían nutrientes. Me aseguraron que sí y me dieron un número de registro. El CRAS tiene un formulario en el que puedes preguntar cómo le va a la criatura que has llevado, pero no me he animado a hacerlo. Si me dicen que no ha salido adelante me va a dar un disgusto horrible. Prefiero pensar que hemos hecho lo que hemos podido por ayudarla y que logrará cruzar el cielo volando muchas veces. Me quedo con esta entrada y su foto en el porche de nuestra casa abajo como recuerdo.

 




 

 



 

Patinadora, jurista, escritora aficionada, lectora, amante de la artesanía, hermana, pareja, amiga y humana en manada perruna y clan felino. No necesariamente por ese orden.

Comentarios

  1. Que maravilloso trabajo hiciste. Un beso

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  2. Ole, bravo por ti. Yo a los pajaritos no los toco, me dan mucho pero que mucho miedo. Pero oye, que te veo en unos años con estatua al lado de la de Félix Rodríguez de la Fuente con tanto animalito a tu alrededor.
    Qué grande que le hayas dedicado tanta atención a una paloma y que haya dado tan buen resultado.

    Besos.

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